La vida se paralizó tras la ola de violencia, que alcanzó su punto álgido cuando pandillas dispararon contra un avión de Spirit Airlines, hiriendo a un asistente de vuelo y obligando a cancelar los vuelos y a cerrar el aeropuerto. Policías fuertemente armados en vehículos blindados afuera del aeropuerto revisaban los camiones utilizados para el transporte público que pasaban por allí.